Imagínese que está frente al computador y acaba de ver que hay un evento espectacular en el destino al que siempre ha querido ir. Sin embargo, se queda atónito ante el miedo a irse y la mente enredada sin saber por dónde empezar. Por eso, presento esta guía teórico-práctica para armar un viaje.
Deje el miedo
Normalmente ninguna de estas listas empieza por acá, pero considero labor de responsabilidad social decirlo: salir depende de voluntad. Piense que está invirtiendo en una experiencia, no gastando en un paseo. Y deje de creer que por no ser millonario sólo puede costear paquetes turísticos de supermercado o aventuras que rayan en la indigencia. Viajar suele ser extenuante, pero también muy gratificante.
Ármese de herramientas
Sea su propia agencia de viajes. Hay páginas como Skyscanner, Orbitz o las mismas empresas de transporte que permiten elegir el vuelo, bus o tren más económico en un rango de tiempo determinado. Compare precios antes de comprar. Use cualquier buscador para saber cuál es la tasa de cambio y apóyese en los blogs de miles de viajeros que comparten sus consejos sobre un sitio específico o sobre el hecho mismo de viajar.
Baje mapas offline en su celular, instale aplicaciones de productividad como Evernote o Wunderlist para organizarse o esas de consejos como TripAvisor, que sirven para identificar trampas de turistas y aprender de las experiencias ajenas. No confíe del todo en las guías de papel: no siempre están actualizadas y por lo general sugieren lo mismo que WikiTravel pero con mejor diseño.
Y pregunte: nadie lo va a morder y si alguien le dice que usted es un imbécil por no saber cómo salir de tal aeropuerto, el imbécil es el arrogante que no le quiere colaborar.
Haga cuentas
Ahorre dinero priorizando los gastos y separándolos entre necesarios y suntuarios. Por ejemplo, la compra del último smartphonepuede esperar hasta después de las vacaciones. Al momento de planear un viaje, divida el número de días de los que dispone entre el dinero que tenga, así estimará un presupuesto diario con el cual cubrir transporte, alimentación y hospedaje.
Trate de pagar el costo del pasaje antes de que el viaje comience. Mejor dicho: endéudese lo menos posible. Y tenga en cuenta que un viaje largo suele ser más barato que uno corto: un avión casi siempre cuesta lo mismo si se devuelve en tres días que en tres semanas y algunos hospedajes ofrecen promociones por estadías largas.
Prográmese
Después de los cálculos, es hora de aterrizarlos. Si es analógico, en su agenda puede bosquejar el cronograma día a día. Piense en el aeropuerto o terminal de transporte y sus posibles demoras, en tiempos de traslado, en si es verano o invierno (en serio, el número de horas de sol cuenta mucho) y qué destinos recorrer en ese lapso.
Evite ir a diez puntos de interés en dos horas y más bien dedíquele tiempo prudente a eso que usted considera vital o importante. La selfie en la Torre Eiffel no va a servir de nada si usted no alcanzó a ir a la calle de París que siempre quiso ver.
Dele espacio a la improvisación: unos días de verdadero descanso o de hagoloqueseledélagana no caen mal.
Evalúe el hospedaje
Normalmente tenemos esa idea de que para viajar barato, hay que hospedarse en un hostal o en la cama del perro del amigo de una prima del vecino. Compartir espacio con once personas ayuda a economizar dinero en ciertos lugares, pero no siempre: existen ciudades en las que un cuarto de hotel cuesta lo mismo que una cama de hostal. Créame, cometí ese error en Roma el año pasado. Existen opciones como Airbnb,Couchsurfing y hoteles dos estrellas (que se encuentran en páginas como Booking y Hoteles) en los que no hay que hacer fila para usar el baño.
Tampoco es que todo deba quedar reservado antes de salir de su casa; muchos destinos son poco visitados y al llegar uno encuentra hospedajes muy baratos o, en el camino, conoce gente con la cual compartir cuarto, carpa o hasta casa.
Aunque no sea lo más cómodo, muchas veces pernoctar en un bus o en un tren cuenta como hospedaje y también sirve para ganar tiempo: revise fotos de los asientos y su servicio a bordo (de verdad: muchos buses afuera le dan hasta café y cobijas).
Ubíquese
A propósito de lo anterior, los gringos tienen una linda frase a la hora de buscar finca raíz: location, location, location. No es muy profunda que digamos, pero significa que es más importante la ubicación que el edificio. Esto es aplicable cuando se viaja porque es preferible pagar más por un hospedaje que esté a pasos de los lugares que desea visitar, que quedarse gratis donde la tía que vive a dos horas de distancia. Esto implica ahorro en transporte y tiempo: unas por otras.
Si piensa moverse entre ciudades o países, no descarte ninguna opción: siempre aparecen promociones. He conseguido pasajes en tren bala o en avión que no varían mucho comparados con ir en tren regular o en un bus que se demora días. Piense en todas las formas de transporte existentes, incluso en las poco convencionales, y barájelas en términos tiempo vs. costo vs. experiencia –por ejemplo, atravesar los Alpes desde Italia hasta Alemania ofrece mejor vista en bus y apenas toma un par de horas más que en los trenes que hacen la mayor parte del recorrido entre un túnel–. La frase de cajón “el tiempo es oro” resulta muy coherente cuando el viaje es limitado, como unas vacaciones del trabajo.
También piense en la gran aventura que pueda representar irse trotando desde Moscú hasta Bangkok pero prepárese físicamente: muchos entusiastas bogotanos han intentado darle la vuelta a Suramérica en bicicleta y apenas han llegado a “La vaca que ríe”.
No muera de hambre en el intento
Si no ha visto este fabuloso video, ganador de tres leones de Santa Marta y cinco palmas de cera, entonces se lo resumo: comer tiene más opciones que destinos en el mundo. Puede comprar ese vistoso sushi forrado en plástico en el supermercado, comer hamburguesas donde el payaso, ir a restaurantes donde no lo dejan entrar sin corbata o arriesgarse con la comida callejera. Mezcle: no hay que comer siempre lo mismo. Dese el chance de conocer cosas que normalmente no probaría. En todos lados hay dónde comer.
Ahora sí, aliste maleta
Ya para este momento debe estar armado de valor y tener su recorrido trazado en el papel. Por eso concluyo que, al momento de viajar, la ropa es lo menos importante. No me refiero al nudismo (aunque tampoco me molesta), pero al final la ropa barata se encuentra en todas partes. Primero aliste los dispositivos que vaya a usar en el viaje, el dinero (si lleva tarjetas, avísele al banco cuando vaya a salir del país) y sus requisitos migratorios (pasaporte con visas), luego la ropa interior y, por último, las prendas de vestir que más utilizará –no las que se pone en su vida diaria–.
Obviamente, no habrá espacio para ese vestido de lentejuelas que a lo sumo servirá durante tres horas. Lleve suficiente ropa para sobrevivir una semana y recuerde que las lavanderías existen en casi todo el mundo y que darle la vuelta a los calzones no lo convierte en un cerdo. Sí, hay que ser aseados, como nos enseñaron desde el jardín infantil, pero al viajar nadie se va a fijar si se puso el mismo pantalón cinco días consecutivos.
Los zapatos deben ser cómodos para caminar mucho y no sobra tener un par de emergencia –experiencia propia: hubo una inundación y me tocó ir a comprar tenis nuevos con los pies empapados–.
En resumen: escoja lo necesario, tenga en cuenta que en los aeropuertos no permiten subir ciertas cosas a la cabina (como los terroristas cortaúñas o más de cierta cantidad de líquidos o geles) y piense en su propia comodidad. Al final verá que la maleta de rueditas es buenísima a la hora de trastearse y que la supermochila de noventa litros sólo es funcional en excursiones al Everest o al Amazonas, mientras que con un buen morral le bastará para andar durante meses.
Publicado originalmente en Bacánika.