El sótano de la Luz

En las montañas de Irak hay un lugar sagrado que desafía la ciencia ficción. En Lalish sobrevive una religión con miles de años de vida de la que posiblemente nunca has oído y que casi desaparece al ser considerada satánica.


Irak, 9:10 am.

Esa mañana mi cabeza se mareaba al no terminar de asimilar donde estaba. Después de tantos años oyendo sobre la guerra contra ISIS o el derrocamiento de Saddam Hussein, de repente estaba en el Kurdistán a punto de pisar descalzo suelo sagrado de los yazidíes: Lalish.

Los yazidíes practicantes de una de las religiones más antiguas y conocerlos es palpar 4.000 años de historia y credos oscuros que han hecho de su fe casi un tabú.

La primera impresión que tienes al entrar a Lalish es la de estar en un párrafo de Frank Herbert. Fieles en vaporosas telas malva y tocados de monedas, empiezan a surgir del horizonte a medida que subo descalzo la pendiente.Al frente, un arrume de alfombras y pan; sobre mi cabeza, conos pétreos con remates dorados con forma de Sol. Alrededor, paz. No puedo describir Lalish sin hablar de la tranquilidad que desprende, entre el ruido hay silencio.Y en esto, cruzas la puerta.




Este dintel ha consternado a muchos viajeros por siglos. El qewal, aquel que preserva los cánticos y las tradiciones de forma oral, custodia la oscuridad. Sobre él, grabados de pavos reales. A su costado, una serpiente negra que ha intimidado a cristianos y musulmanes.Los yazidies se remontan a las culturas paganas de Persia y Mesopotamia, y en su sincretismo han absorbido partes del Islam sufí y del cristianismo. Esa serpiente no es mas que la que se supone salvó el Arca de Noé con su cuerpo.

CCreen en un dios creador llamado Xwede que ha dejado caer a siete ángeles a la Tierra para su protección. Uno de ellos -el más importante- es Melek Taus, quien en forma de pavo real simboliza belleza, poder y luz. Luz, a punto de "desaparecer".



Lalish no es nada, absolutamente nada que pueda parecerse a un templo como Angkor Wat, San Pedro o Mecca. Mientras el qewal me vigila, quedo ante los siete pilares en representación de los siete ángeles, anudados con telas de colores a modo de petición y conexión espiritual. En esa transición de espacios, donde pasas por la tumba de Sheikh Hassan (un viejo líder espiritual yazidí) brincando por los umbrales de las puertas a medida que el templo te engulle en oscuridad.Y así...

..la oscuridad.Un olor a hollín en el aire y cientos de huellas impregnan las paredes como testigos oscuros de fieles. Tinajas empastadas de capas y capas de aceite de oliva en el suelo donde en acto de fé, los yazidis sumergen sus manos.¿De que guión ha salido esto?¿Cómo el aceite de oliva que mantiene las lámparas son conflagración entre lo terrenal y lo espiritual? Lo que el olivo da, se transforma en lo divino, el fuego mismo.Lo oscuro a iluminar. Lo profundo a sobresalir.



Y mientras mis pupilas hacen esfuerzo en comprender la volumetría de la tumba del Sheikh Adi ibn Musafir, unos niños me invitan a arrojar un pequeño bulto a un promontorio arrojando al mundo espiritual mis impurezas.Es evidente que en esta abstracción de credos que se remontan a épocas tan remotas como la antigua Mesopotamia, esta fe se viese tamizada por el entendimiento mediocre desde afuera.Una serpiente, la adoración al fuego o un ángel caído. Sí, una lectura débil lleva al desastre.

Los yazidíes no creen en el mal ni en el demonio de la misma manera que lo hacen las religiones abrahámicas (como el cristianismo, islam o judaísmo). En su sistema de creencias, no existe una figura equivalente al demonio como un ser maligno que se opone a Dios.Algunas interpretaciones erróneas han confundido a Melek Taus con una figura demoníaca (similar a Lucifer), especialmente en el contexto de ciertas corrientes islámicas que consideraron herética su adoración.


En 2014, ISIS lanzó una ofensiva genocida contra la comunidad yazidí en el norte de Irak. ISIS atacó la región de Sinjar perpetrando masacres, secuestros, esclavitud sexual y violaciones, porque su religión se consideraba herética.Lalish, a 40 kilómetros de Mosul sobrevivió.En medio de esta oscura etapa lograron renacer. No por nada bendicen cada dintel con un huevo como símbolo de la vida y el resurgimiento enclavado en el barro, extraído de la misma tierra donde muchos cayeron.

Si ya de por sí estaba abrumado con la idea de pisar algo tan remoto como el norte de Irak, no esperaba que al hacerlo llegase a -no pisar- la transición entre lo terrenal y lo espiritual.Entre tanto y sin más, doy media vuelta y me voy.