El último cable

Chiatura, Georgia.
12:54 pm

Una descomunal estatua que conmemora la Gran Guerra Patriótica (II Guerra Mundial) da la bienvenida al pueblo. Sus proporciones no parecen encajar con lo que este pueblo y su tamaño, como si fuera un error o un presupuesto desfasado. Pero no, encaja.

Terminé en Chiatura porque había leído de parte y parte que esta ciudad está enclavada en la época soviética. Que sus edificios guardan mosaicos de Stalin y Lenin, que sus cables mineros aun están suspendidos y oxidados como un museo a cielo abierto.



Chitaura hoy no nos suena pero la realidad -testificada en esa enorme estatua- es que este valle fue vital para la historia. Chitaura era una mina de manganeso y representó la mitad del suministro total mundial a principios del siglo XX.

Y vine curioso a ver qué quedaba.


¿Y de que forma?
En cable.
En sus venas.

Todo empezó cuando a finales del siglo XIX se encontró manganeso en sus montañas. El boom fue tanto que la URSS decide invertir muchísimo dinero en extraer la mayor cantidad del mineral, de la forma más rápida y eficiente posible.

Esta forma eran los cables.




Se construyeron 18 teleféricos de pasajeros y 27 de carga, en todos los estilos arquitectónicos posibles: socialista-realista, modernista y brutalista. Los cables comunicaban los 4000 trabajadores con las minas. El problema es que odio las alturas. Parece tonto pero es que ni con 16 años viajando el mundo he perdido el pánico las alturas. Pero más pánico tenía saber que los cables de Chitaura siguen oxidados y colgando pero ... abandonados.

Me podía más la curiosidad.
Necesitaba visitarlos todos.

Noto que Chitaura está aquí y allá. Es en sí un cadáver de gloria soviética donde sus edificios quedaron atrapados en el tiempo. Los balcones que alcanzas a tocar desde el cable, hasta los que están coronando las cimas de los acantilados.

Para quienes tenemos una filia con todo el universo soviético, esto es un caldo de ojos. Claro, el pueblo era de los favoritos de Stalin ya que era un bastión bolchevique y le metió dinero como si esto fuera tremenda capital.





A medida que pasaban las horas (y me preocupaba por cómo regresaría a Kutaisi), me di cuenta que explorar esos cables abandonados sería más difícil de lo que parecía. Muchos cables habían sido reemplazados y otros cerrados.

La ciudad aún guardaba estos titánicos cadáveres.



Si dirigía mi vista hacia las montañas, me encontraba las estaciones de cables abandonadas, pero ninguna cabina. Se suponía que uno podía (con el rosario en la boca) subirse a las viejas cabinas y llegar a explorarlas, pero algo había cambiado: la ciudad empezaba a cambiar.

Ese mosaico de Lenin y Stalin al frente de la estación central estaba cubierto con un plástico listo para su limpieza. Las heladerías de aquella época comunista estaban funcionando de nuevo. Chitaura no era eso que los blogs me habían dicho. Me escabullí a la abandonada estación de trenes y también sucedía lo mismo. Estaba desmontelada, esperando que en breve fuera renovada. No era solo mi carrera contra el tiempo por volver a Kutaisi esa noche, era la carrera contra una ciudad que en meses sería otra.

Resulta que los cables de Chitaura ya eran un peligro y en cualquier momento podrían desprenderse y matar transeúntes. Entonces en el 2017, se decide desmantelar todo y dar paso a concesiones para inaugurar nuevos y modernos cables. Ahora era víctima de lo que ahora repudio y que en algún momento hice: contenido de viajes que muere con el tiempo. Guías de "10 cosas por hacer" que tienen fecha de caducidad, precisamente por posar de atemporales.

Era Milhouse buscando la Feria Mundial de Knoxville.

Pero había visto una foto de un cable abandonado que era posterior a 2017 y por eso, ayudado del traductor, le pregunto a una señora en un café dónde queda. Me dice que hacia el monasterio hay uno.
Estaba apretado de tiempo, pero casi corriendo me fui a caminar hasta allá.

Después de 15 minutos pude ver una cabina de un cable dibujarse en contra del verde de la montaña.

¿Podría tener tanta buena suerte? ¿O realmente todo este viaje que ya daba por perdido podía tener algún valor en un remoto lugar a las afueras de este pueblo? Un parcerito afuera de su casa me señala la entrada la cabina y no podía más que correr de emoción para entrar a este pedazo de historia soviética perdido en medio de la nada.

Este es el último cable en pie de Chitaura.


Arriba, una cabina cuelga moviéndose con el viento como sin saber cuando caerá. Solo detrás, una puerta frágil que ante un empujón se abre hacia una cabina perfectamente preservada de la época sovietica vigilada por un libro de los Testigos de Jehová. Era la magia del momento de saber qué había pasado que me puse a revisar las anotaciones del cuaderno del operario y la última anotación fue el 5 de abril del 2019.

Ese día, el cable dejó de operar. Sin proponérselo, ese día se cerró una página en la historia de Georgia.

La tentación de mover botones en el tablero y ver qué pasaba crecía. ¿Podría moverse el cable? ¿Sonaría ese teléfono? Ahí quedó el último cable de una historia invisible que este curioso quiso ver antes que desaparezca.

Corrí para volver, trepándome en un bus donde sujetaba la puerta para no caerme en la vía porque a mitad de camino se rompió. Y aunque había perdido el último bus, nuevamente cae dejo arrastrar por los propios y por mi extrema curiosidad. Todo por encontrar ese último rincón de escasos metros cuadrados, que cuentan una historia que desaparecerá en cuestión de nada.