En 1956 el culto a Stalin fue prohibido en la Unión Soviética. Sin embargo en un pueblo de Georgia, aún hoy sobreviven estatuas y objetos dedicados a él. Pero más allá de lo que puedan pensar que esta historia se trate, sobre ese lugar donde la memoria de Stalin sobrevive, les voy a contar una historia oculta ante los ojos de todos.
En la historia siempre han existido lugares que ungen de santidad a líderes políticos. En uno de esos arranques de curiosidad (y ante una escala de 18 horas), me escapé para visitar uno de esos lugares.
Bienvenidos a Moscú. ¿Temperatura? -11°C.
Arropado con mantas de aerolínea y dos pantalones, salí a aprovechar ese duro día de invierno. El frío -que se metía duro en la piel- me daba ciertos minutos para caminar antes de helarme de nuevo, buscando refugio en donde hubiera calefacción. Entonces fui a la Plaza Roja.
A lo lejos podía ver esa caja de mármol rojo que me despierta tanta curiosidad: el Mausoleo de Lenin. En esa oscuridad interrumpida solo por su cuerpo embalsamado (y climatizado), caminaba muy despacio, dividiéndome entre apreciar su féretro y mis ganas de agarrar calor.
Pero cuando se tienen estas ganas de explorar lugares de culto, no me bastaba con conocer el lugar de entierro de Lenin. Tenía planeado algún día, conocer su extraño antípodas: el lugar de nacimiento de Stalin. A 1600 kilómetros de Moscú, -y en primavera- se encuentra Gori.
Gori es un pueblo (bueno, era pueblo) de Georgia al lado del Cáucaso, en una frontera muy delicada. como habrían intuido, en Gori fue donde efectivamente una tierna mañana de 1879 nace uno de los personajes claves del siglo XX: Iosef Stalin.
El 7 de agosto del 2008 (exactamente quince años atrás de la fecha de este hilo), Georgia inicia un conflicto en la cercana Osetia del Sur. Gori es bombardeada y el repudio georgiano a Rusia estalla. En medio de sus cicatrices de guerra queda un mítico lugar del turismo oscuro:
La casa donde nace Stalin. Sí, Iosef Stalin era georgiano, hijo de un zapatero de Gori. La casa, extraída de un guión de ciencia ficción, está protegida por un pabellón de mármol como una reliquia a la arquitectura sin contexto barrial más allá del histórico.
Justo detrás esta otra estatua a la luz del día, en un país sacudido por una guerra que todo lo que les suena a Rusia o soviético les da repelús. Pero no solo eso, sino que el museo que alberga el mayor tesoro histórico de la memoria de Stalin sigue en pie.
Así es damas y caballeros: existe un Museo Estatal Iosef Stalin. Iniciado en 1951 aparentemente como un museo de "la historia del socialismo", su intención real era el culto a la personalidad. Stalin muere en 1953, así que sabía en vida lo que se estaba haciendo.
Dentro de este alucinante viaje en el tiempo, se guardan objetos personales de Stalin como su mítico sombrero, jarrones, medallas, tapices con motivos béliécos (por favor, fíjense en los detalles del tapiz, se los pido) y hasta una tienda de souvenirs.
En este punto del hilo algunos deben estar preguntándose lo mismo: ¿Cómo es que Lenin tiene un mausoleo en la Plaza Roja y Stalin, no? ¿Cómo es que nunca en la vida he oído de un mausoleo a Stalin Resulta que Stalin sí fue embalsamado. Y resulta aún más sorprendente que Stalin si tuvo un mausoleo: nada más y nada menos que el mismo de Lenin. Entre 1953 y 1961, su cuerpo embalsamado compartió junto al de su camarada, pero fue retirado por el proceso de desestalinización.
En 1961, hastiados del culto a la personalidad del georgiano, Nikita Jrushchov y el Partido Comunista sacan a Stalin del mausoleo y lo entierran en las murallas del Kremlin. De hecho, ¿sabías que las murallas del Kremlin son un cementerio?
El cementerio de Gori en cambio, aún sigue fresco por la guerra. Ese antagonismo del que hablaba en el comienzo se palpa. Los georgianos abogan cada vez más por re-contextualizar el museo de Stalin y sus estatuas de hecho, fueron retiradas un buen tiempo. Pero es tarea difícil: como si fuese un peso de la historia que no se pueden quitar, Gori continua llevando a cuestas estatuas y museos de un personaje que simplemente está. Mientras que desde lo alto de la fortaleza todos los días soldados vigilan las montañas por si el vecino vuelve a atacar.