En 1986, los satélites estadounidenses vieron raras estructuras circulares en China y temiendo bases nucleares, enviaron una unidad de espías. Para su sorpresa, encontraron un lugar con una forma diferente de concebir la vida y la sociedad.
Acompañado de un amigo, partí a un viaje de tres días para conocer de cerca a estas enormes viviendas que salen de la tierra, literalmente. Para ello, toca dejar las ciudades y entrar en el territorio de los Hakka. Solo con llegar sabes que todo será irreal.
Mi curiosidad en este viaje era comprender cómo durante más de 700 años, estos edificios permanecieron casi a la sombra del mundo pero apenas ves el primero, la curiosidad aumenta. ¿Cómo es que en este gigante han podido vivir familias enteras por siglos?
Zhenchenglou fue el primero de todos los que visité y ejemplifica muy bien cómo funcionan: una estructura cerrada, de cuatro plantas y 184 habitaciones. En el primer piso, quedan las cocinas y las salas. En el segundo, almacén. Y en el tercero y cuarto, las habitaciones.
En el centro del Tulou se encuentra el salón ancestral. Es el corazón de la comunidad: aquí hay un templo donde se adoran a los antepasados, al igual que es un salón para eventos como bodas, funerales, fiestas y banquetes. Todos los caminos del edificio confluyen aquí.
Pero Zhenchenglou es solamente uno de los más de 3000 edificios que existen en la zona, que contrario a lo que se pudiera pensar, siguen en uso de forma constante por parte de las familias. Sí, hay más de una familia. Esto se remota siglos y siglos atrás, bajo una fórmula:
Esta forma de refugio nace cuando los inmigrantes del centro del China (siglos VII y VIII) llegan esta zona sur del país y al sufrir las peleas étnicas durante las dinastías Ming y Qing (1644-1911), empiezan a crear fortalezas defensivas autosuficientes y aisladas.
Usando piedra, bambú y tierra en paredes de hasta tres metros de grosor, comenzaron a emerger estas estructuras enormes. Llegaron a ser tan impenetrables que incluso en pleno siglo XX, el ejército trató de desalojar un grupo rebelde con cañazos y apenas rasguñaron la pared.
A medida que avanzaba el viaje y me adentraba más en los terrenos de los Hakka, notaba que la gente mostraba con orgullo lo que sus antepasados habían creado. Entrar a un tulou no es solo entrar a un edificio, es entrar a la casa de alguien y de muchos, con lo que eso conlleva.
Al entrar al Buyunlou de Tianluokeng, lo primero que se ve es una lista de gastos comunitarios en los que el tulou anota lo que se ha gastado en terrenos, cultivos y comida por familia. ¿Me pueden definir cual es el límite entre lo público y lo privado aquí?
Y más que eso, ¿dónde ven jerarquía en esta forma de vivir, más allá que el cielo mismo? ¿Que habitación es más grande que la otra? Decía Pedro Torrijos en su libro, que en un tulou no hay jerarquía social sino una jerarquía arquitectónica entre la casa y el mundo.
Los hakka no respondían a superiores: son una comunidad de agricultores donde todos son iguales. Eso hace que las habitaciones de los tulou sean exactamente iguales una de otra. Nadie es mejor que nadie. Todo se hace en comunidad.
Cada tulou tiene su forma de gestionarse: Yuchanglou, -que data de 1308- es posiblemente el más turístico de todos debido a su extraño sistema de columnas en zigzag está al lado de uno que reza bajo su puerta que los turistas no pueden entrar y no miden consecuencias.
Pero una mano sale de la puerta haciéndote señas para entrar y al momento estás tomando té con una anciana mordiendo una granada. Pronto me di cuenta que entrar a un tulou era desdoblarme como individuo: por un lado, entras a una aldea y por otro, entras a una casa.
Al tercer día, decidimos ir al último cluster de edificios que nos faltaba: Hekeng. Este, que estaba un tanto más alejado de los otros dos, tenía una combinación de tulou tanto redondos como cuadrados. Pero con una sazón distinta:
Al estar más aislado de las partes turísticas, son tolou donde la vida se lleva con otro ritmo. Los patios no tienen venta de recuerdos ni tantas cocinas y los rituales de agradecimiento a los antepasados se aprecian en cada uno de los lugares que entro.
Y es que la razon de supervivencia de estos edificios reside en que tienes una casa donde vivir y donde vivieron tus papás, y tus abuelos. Generaciones enteras. La vivienda no es ese bien de especulación. Es tu vida y la de tus vecinos. Todos son uno.
Todas las parte de un clan familiar comparten un solo techo, lo que simboliza la unidad y la protección bajo un clan; y al estar todos confrontados al centro, al salón ancestral, todos deben respeto a la familia misma. Ya se pueden imaginar lo que los espías gringos vieron.
Si tenemos en cuenta que hasta apenas 1956, los académicos chinos empezaron a estudiar estas estructuras, sabemos que no sabemos nada de ellas. Su existencia es un salto de aguja de la vivienda, que nos demuestra que nuestra estructura social puede ser cuestionada.
Que tal vez, de eso se trate todo. De entender con los años recorridos que este mundo es tan complejo que con tomar un avión, estás en una realidad distinta. Y que nada es mejor o peor. Es simplemente diferente.