El retablo cárcel.

En Sevilla hay una iglesia que contiene un retablo único en su especie: una joya barroca en donde el escultor se dedicó días, semanas y meses. Estaba obsesionado como loco en hacer cada pequeño detalle, porque no podía salir a la calle.

Damas y caballeros, esto es San Luis de los Franceses en Sevilla.

Esta es una ciudad muy densa y no alcanzan las visitas para ver las joyas que contiene, van más allá de La Giralda, las Setas o la Plaza España. Con el pretexto de hacer puentes con la monarquía, los Jesuitas empezaron a construirla en 1699 y han creado un edificio que es drama en sí mismoLa cúpula se sostiene en pilares huecos que aparentan sostiener todo en sus delgadas columnas salomónicas.

Pero eso no es todo. Sus retablos laterales son una obra de teatro.

La iglesia está orientada con el tránsito del Sol, haciendo que el altar de San Estanislao quede al norte, bañándolo de luz; y el altar de San Francisco Borja, al sur, quedando en oscuridad. San Estanislao, en la luz, sosteniendo al niño Jesús. La vida. San Francisco Borja, en la sombra, con el cráneo putrefacto de la Emperatriz de Isabel de Portugal, la muerte.

¿A quién se le ocurrió tanto drama?


Pedro Duque Cornejo era un escultor, pintor, grabador y arquitecto de retablos barroco de la escuela sevillana. Un capo en toda regla. Duque Cornejo se había trabajo de su vida en su natal Sevilla: la Iglesia de San Luis de Los Franceses. No le bastó con los dos retablos laterales, ni con el principal aquí expuesto para darse gusto con su maestría. Resulta que obtuvo un contrato que lo hizo babear.

La Capilla Doméstica.


Este lugar es donde los monjes se reúnen a rezar en privado, así que no era para que Duque Cornejo mostrara su maestría ante el público.

La razón por la que botó baba al suelo era porque aquí, encerrado en lo profundo del monasterio, podía dedicarse todo el tiempo que quería.

Duró días, semanas, meses ... y es que Duque Cornejo no podía salir a la calle. Si se atrevía a poner un pie fuera del monasterio, se enfrentaría al peor de los males que un escultor (o cualquier persona de la época) podía pasar en el mundo terrenal:

Ir preso.

🤡

Damas y caballeros, nuestro querido escultor tenía un delito pendiente. Cien kilómetros de distancia estaba la población de Trigueros, Huelva. Pues resulta que Duque Cornejo había dejado sin terminar un trabajo y fue denunciado. Entonces, para escapar de la multa económica por faltón tuvo una grandiosa idea: Pedir asilo en San Luis, en Sevilla. Claro, estando metido en un recinto sagrado no podía ser arrestado.

¿Cómo hacer tiempo? Pues convenciendo a los monjes que este retablo necesitaba mucho trabajo.

—  Bueno hermanos, aquí necesitamos una voluta.

—  Enterado.

—  Un ángel saliendo de la mitad del acanto.

—  Ok, pero...

—  Dos pastores besándose en un jardín. —

—  Atrás habrá un castor.



Uvas trepándose por los capiteles, medallones en las uniones, ángeles saltando del retablo, borlas cayendo de la cortina tallada en madera para la Virgen: el retablo era más barroco que el mismo barroco.

Y si les parece que todas estas excusas fueron pocas pues hagamos el retablo transparente por detrás. Llenemos los espacios de reliquias santas, pongamos conchas entre los espacios vacíos, espejos en las uniones, etc.

Toda la Capilla Doméstica resultó ser una vorágine barroca movida por el único deseo de un escultor de no ser arrestado. Si fuese bajo contrato, capaz cumpliría con lo estipulado y ya. Aquí la motivación para tanta libertad era no perderla.

Finalmente el delito cesa debido a una especie de vencimiento de términos. Duque Cornejo termina la obra y puede salir del monasterio. Meses de trabajo donde encontró en la madera la forma de escapar, sublimándose en la historia, por su historia, como una proeza barroca.

Aquí la motivación para tanta libertad era no perderla.