Existe en Valencia un barrio con una arquitectura única y extraída de lo imposible, que ha sobrevivido con las uñas. Su discreción hace que no quede más remedio que enamorarse, si eres lo suficientemente curioso para llegar hasta él: El Cabanyal.
Cuando se googlea "Valencia, España" aparece siempre la Ciudad de las Ciencias y las Artes. Es una ciudad cuyo referente arquitectónico y turístico (este) va acompañado de la gran escala, lo tectónicamente imposible y la generación de fotografías pulcras. Pero no muy lejos de ahí existe todo lo contrario, un David versus un Goliat. Un barrio sacado de una película de Wes Anderson, de casas modernistas vestidas con las más modestas ropas populares.
¿Recuerdan lo que hemos hablado del modernismo? Ese estilo eminentemente urbano y burgués, de enfoque juvenil y funcional basándose en la utilización de nuevos materiales como el hierro, el cristal y los azulejos e inspirado en la naturaleza y lo exótico. Este movimiento fue impulsado por la burguesía, que quiso reivindicarse a través del arte. Los nuevos ricos huyen de la tradición y se lanzan a buscar la ornamentación y la naturaleza. Esto llegó a España bajo el nombre del "modernismo".
Valencia no se quedó atrás. No tan atrás de su vecina Barcelona, el modernismo valenciano encontró cancha desde comienzos de siglo. La Estación del Norte o el Mercado Central fueron síntomas del progreso tecnológico, mercantil y agrícola de su huerta.
Pero esto claro, es poder. ¿Y lo que no? Este es El Cabanyal o en otrora Pueblo Nuevo del Mar. Antes independiente y pesquero, había sido anexado a Valencia en 1897. Ya tenía famita de ser buen lugar de ocio por su cercanía a la capital y al mar, pero querían estar más cerca.
Y vamos a caminarlo.
¿Por qué? Porque el Cabanyal tiene personalidad. En pleno auge del impulso burgués al modernismo, el reflejo de la buena economía y sobretodo el orgullo agrícola, esta parte de la ciudad dijo que no iba a quedarse atrás. Y sin querer crearon el modernismo popular valenciano.
TAL COMO LO OYEN.
Si los burgueses hacen esto aguas arriba, pues nosotros también. El Cabanyal toma todos los elementos del modernismo y pasarlos por un tamiz fresco: su verdad. Sin virtuosismos estéticos, los dueños de las casas empiezan a fundirlas con su personalidad.
Cabe aclarar que en este barrio algunos burgueses tenían sus casas de ocio, mas eso no cohibió a que las clases populares tomaran esos elementos y se los llevaran a sus casas. Pronto aparecen fachadas con motivos alegres y agrícolas, de exaltación y amor a la huerta.
La cerámica vidriada, por ejemplo, reviste las casas con muchísima mas soltura y diversión. La azulejería decorativa a veces se ciñe a detalles en la fachada o en otras devoran por completo la pequeña superficie.
Esta readaptación del gusto burgés parece causar intriga en la capital aunque en algunos círculos podía causar poca monta. Y es que, ante los ojos de los contemporáneos, no dejaba ser una jugarreta local de lo que los círculos académicos dialogaban. Y esa era su ventaja.
Como era por y para el pueblo, no tenían ese amarre del proletariado ni de la burguesía urbana porque no tienen contacto directo con la misma y por ende, es más libre, más poético, menos pretencioso y muy ingenuo.
De la misma forma que, los más acaudalados, también hacían su modernismo burgés en el barrio. Empezó a gestarse un baile dentro del mismo estilo, mientras este barrio se tornaba de forma discreta en una de las piezas del modernismo europeo. Nadie lo sabía.
O mejor, ni lo tenían en cuenta. Porque una vez la euforia pasó, comenzaron los planes de reajuste de El Cabanyal. Desde el Ayuntamiento se lanzaron proyectos de ensanchamiento de avenidas que hasta incluso pasaban sobre la retícula del barrio. Todo estaba en peligro.
Esto sumado a que El Cabanyal empezó a degradarse, los afanes de demoler partes parciales del mismo hicieron meollo desde los 60 hasta los años 80 cuando se declara Conjunto Histórico Protegido y se paralizan las más grandes obras, aunque algunas demoliciones fueron hechas.
A pesar que algunas partes fueron demolidas, un gran pedazo del conjunto del barrio sobrevivió. Perfiles como el generado por el Carrer de la Reina o Carrer de la Barraca así como lo efectuado en la Fábrica del Hielo o la Lonja del Pescado, le han dado un impulso al barrio.
Un pedacito muy, pero muy modesto de arquitectura modernista que pasó desapercibido hasta hoy. Mientras unos turistas pierden el tiempo en lugares falsos como Port Saplaya, a pocos metros El Cabanyal está renaciendo con lo que siempre le ha caracterizado: su personalidad.
Demostrando que en la modestia también se puede tener estilo.
Y que más estilo que ser libre, dentro del estilo más libre de todos.