Llegando a Ronchamp, la obra máxima de Le Corbusier.

Notre Dame du Haut es una de las obras de arquitectura que más intriga causa.  La capilla, construida entre 1953 y 1955 es catalogada como una de las obras más importantes de la historia de la arquitectura ya que traduce la experiencia de Le Corbusier con la adhesión a conceptos históricos y clásicos de la arquitectura.  Sin embargo, más allá del edificio como tal que se ha hablado en mil y un textos, me parece más importante abordar el "detrás dé" o mejor, "el contexto de".

Notre Dame du Haut es un destino de peregrinación desde mucho tiempo atrás. Se sabe que fue sitio de adoraciones paganas y luego, en la Edad Media, este lugar era un centro de peregrinación católica dedicado a la Virgen María. Dos graves incidentes hicieron conducir este proyecto a manos de Le Corbusier: en 1913 la capilla original sufrió un incendio voraz y fue remodelada al neogótico para luego, en 1944 ser bombardeada por, ustedes saben, el innombrable señor del bigotito.

Ronchamp esta ubicada unos kilómetros de Belfort y de Mulhouse, al extremo oriental de Francia. Sólo unos minutos separan estas dos ciudades de Suiza y/o Alemania, siendo asentada en la región de la Alsacia, una región condimentada de valles y pequeñas cordilleras geográficas que terminan dándole ritmo a la región. Desde Belfort o desde Mulhouse se puede llegar a Ronchamp en tren, que tiene una medida de 10 frecuencias diarias en promedio. Mi viaje en particular lo comencé en la segunda ciudad mencionada, caracterizada por un amplio movimiento de inmigrantes y que carece de obras arquitectónicas con gran significado. Algo a notar es que muy poca gente parece tener conocimiento de la capilla e incluso, cuando preguntaba por ella, muchos desconocen la existencia de un pueblo llamado Ronchamp ya que en términos de densidad o importancia, es insignificante al verlo con la mayoría de poblados de la región.

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Cuando se llega en el tren, dependiendo de la dirección, es la pasarela peatonal que pasa sobre las vías y conduce a la vía principal del pueblo, que por cierto, llama la atención es lo diminuto que es. Lo segundo que llama la atención, que solamente arquitectos frikis son los que visitan la capilla, un concepto de "hipsterturismo", esos viajeros raros de gafas de marco grueso que viajan 250 kilómetros para ver una puerta en Hokkaido. 

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A unos 500 metros hacia el Este está Ronchamp. Sus pobladores sólo trabajan unas cuantas horas en la mañana y en la tarde, permaneciendo cerrados los negocios alrededor de cuatro horas para el almuerzo. Ronchamp es disperso, sólo contando con la calle principal que, ¡oh sorpresa!, se llama Le Corbusier y el tramo del tren como columna vertebral de su conexión con otros poblados. En la calle principal está ubicado el hotel Pomme D'Or, el cual tiene un pequeño café y restaurante. Al frente de este, el cajero automático, la oficina de turismo (enfocada exclusivamente a la capilla) y una farmacia.  De resto, el pueblo tiene su peluquería para evitar que los ronchampanos les crezca la cresta hasta el isquio, una catedral, escuela, oficina postal, panadería y demás servicios básicos.

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Desde el hotel se aprecia el primer rótulo que señala el camino a tomar para ir a la capilla. Es un sendero vehicular que inicia debajo de un pequeño arco de piedra por donde pasa el tren. Es de recordar que la capilla está instalada en lo alto de la colina de Bourlémont, en el costado norte del pueblo. Esto hace que sea vista parcialmente desde ciertos puntos, causando cierta curiosidad para quienes quieran conocerla, debido a su color blanco que contrasta fuertemente con lo arborizada que llega a ser la colina.

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La pendiente es fuerte, debo decir.  Una vez se comienza el camino, a 250 metros, se encuentra el único gran hito en todo el recorrido, Sainte-Marie, una vieja mina abandonada, construida en madera y con tímido diseño que puede robar la atención por ciertos minutos. Cada paso que se da, empieza a forzar la capacidad física y el paisaje, casí homogéneo, exige más del peregrino que se aproxima a la obra y obviamente, del que suda la gota gorda serpenteando por esa curva enorme del camino, odiando el único carro que sube la cuesta sin dificultad. En pocas palabras, yo emputado aunque medio feliz de agarrar distancia de los frikis japoneses que se fueron a desayunar. Desde que se aprecia la capilla en el valle no se vuelve a tener noción de ella hasta que se llega al centro de visitantes diseñado por Renzo Piano. Durante el recorrido sólo se verán tupidos árboles y dependiendo de la época del año, pueden ser cubiertos de una densa niebla otoñal o un verde follaje veraniego, logrando entrever entre copa y copa a las montañas del Jura en la distancia.

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El propósito de Le Corbusier era hacer una capilla cuya aproximación fuese rítmica y circundante para poder apreciar la obra desde infinitos puntos de vista. Claro esta, el mismo diseño de la capilla que apela a una plástica inconvencional es lo que produce este efecto cinético heredado y estudiado de la aproximación a las ruinas de la Acrópolis en Atenas. En el centro de visitantes se cobra una tasa de ingreso de 8€ (2013) suficientes para hacer que me infartara: así es, estaba consciente que en efectivo solamente tenía 6€. ¿Ustedes creen que después de mamarme la cuesta empinada por toda la montaña me tocaba bajar hasta la base del pueblo, al único cajero automático a orillas del túnel?

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— Revise en sus bolsillos, me dice la recepcionista preocupada. Ella veía en mis ojos esa desazón de tener que bajar a pie la montaña por dos euros y creo, se le despertaron los instintos maternales que tenía en sus tres arrugas. Yo, desconfiado y cansado, hice caso con la sorpresa de tenerlos escondidos en el fondo del morral. Ocho euros, finalmente. Se redujo la distancia que le llevaba a los frikis japoneses. Maldita vida.

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La cubierta comienza asomarse como preludio de la llegada al destino. A un costado, están las habitaciones y refugio para monjes que Le Corbusier también diseñó, más racional e inspirado a lo logrado en sus unidades habitacionales y que no logra rivalizar con la impresión de la capilla. Un monumento piramidal creado con las ruinas de la anterior iglesia como monumento al honor y la guerra se asoma a la derecha del complejo y es compensado con las campanas sueltas del lado izquierdo. Al fondo, las montañas, ciertas partes de Ronchamp y el valle es lo que se logra visualizar, siendo un lugar totalmente reconciliado con el paisaje y siendo participe de él. Le Corbusier vio en Notre Dame du Haut la oportunidad de hacer una obra donde la sinuosidad paisajística se transcribiera al edificio en si, haciéndolo único y apropiado al lugar en un cálculo casi irónico que genera debate con los postulados del Movimiento Moderno.

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Para todo arquitecto conocer Notre Dame du Haut puede llegar a ser un propósito que se cultiva desde los años de pupitres y debates en aulas de clase. Es una obra que quita el aliento (en parte porque subir una colina requiere de buen estado físico) y que hace participe la peregrinación y aproximación al lugar como un factor importante para su apreciación. Es la magia de Notre Dame, que no podría imaginarse ubicada en cualquier lugar del mundo.


Para no olvidar:

La mejor forma para llegar a Ronchamp es por tren. Desde París puede tomar un TGV que lo lleve a la población de Estrasburgo y de ahí, a Mulhouse. Luego, puede llegar a Ronchamp tomando un tren regional (TER), normalmente en dirección a Belfort. Desde Suiza puede llegar a la ciudad de Basel y de ahí, Mulhouse y Ronchamp.

TGV Rhin-RhoneParis-Belfort : 2h15 / Lyon-Belfort : 2h25Estrasburgo-Belfort : 1h15 / Zurich-Belfort : 1h45TER Belfort-Ronchamp 20 minutos.

Consulte la guía de trenes en este link.

Para más información sobre la Capilla de Notre Dame du Haut, puede ir a esta galería de imágenes sobre la obra o visite la página oficial de la capilla, con información de horarios.