En un pueblo alemán, existió una escuela donde se fabricaba creatividad y jugaba un nuevo papel en la configuración de la sociedad moderna. Fue tan contundente, que incomodó hasta el mismo partido nazi: la Bauhaus de Dessau.
Era uno de esos días grises de otoño cuando una vieja amiga nicaragüense, de esas que hice años atrás en mis momentos de universitario, me invitó a conocer la Bauhaus. Tomé un tren rumbo a Dessau, listo para conocer la mítica fábrica de conocimiento.
Digo mítica porque para quienes estudiaron algo relacionado con diseño, la Bauhaus es como la banda de super rock. Digamos que tuvo tres álbumes (Weimar, Dessau y Berlín), muchos integrantes top, una vida rockstar y que disuelta por un mal mayor.
Ese mal mayor ya podemos intuir cual es.
La escuela fue fundada por Walter Gropius en Weimar (1919), con la intención de crear una nueva generación de artesanos y una reforma de las enseñanzas artísticas como base para una consiguiente transformación de la sociedad burguesa de la época. De entrada, buscaba incomodar.
Incomodó. En Weimar la escuela duró apenas cinco años, en donde sus fondos fueron cortados a la mitad por la creciente tensión política y la masa conservadora que veía a la escuela como una aberración. Es entonces que Gropius decide tomar el tren buscar una nueva sede.
La encontró en Dessau, al este de Alemania. Dessau en la década de 1920 es un lugar industrial prometedor liderada por el alcalde Fritz Hesse. Otras ciudades como Fráncfort del Meno, Darmstadt y Magdeburgo compitieron para albergar la escuela.
Este es el mapa de la exploración.
Al llegar a Dessau, su corazón, es esto: el edificio sede de la escuela. Noten que de entrada, Gropius propone que esto sea una fábrica de creatividad donde estudiantes, salones de clase y producción fuera abierta y visible a la ciudad.
La catastrófe de la Primera Guerra Mundial motivaron a los "Bauhauslers" a repensar radicalmente la vida, la sociedad y el mundo cotidiano. Rechazando el conocimiento tradicional, se potenció la creatividad artística. ¿Cómo? Aprendiendo nuevos materiales para poder dar forma a la vida moderna y satisfacer sus nuevas demandas, pero sobretodo, creando objetos que se fabricarían en colaboración con la industria.
Todo aquí, en este edificio.
Gropius diseñó las diversas secciones del edificio de manera diferente, separándolas consistentemente según la función. Posicionó las alas asimétricamente; por lo tanto, la forma del complejo solo se puede agarrar moviéndose por el edificio. No hay una vista central.
Ya adentro, mi amiga me cuenta como funcionaba (y funciona aún) el edificio. Primero, resulta que los talleres están detrás de esta gran fachada de cristal, permitiendo una vista hacia lo que pasaba en el interior.
Segundo, el área administrativa está en este gran puente voladizo, que permitía que la vida de la ciudad siguiera pasando por abajo. Y pues ahí es donde ella tiene su oficina. Yo me moría de envidia.
Y tercero, un gran bloque-torre que albergaba estudiantes y maestros junior en 28 estudios. Esto quiere decir que no solo creaban, sino convivían. Eso significa una cosa: FIESTA.
En esta escuela se producían legendarias fiestas. Obviamente, si tienes a todo el mundo metido en un solo lugar, se arma la grande. Servían para tener al estudiantado libre de stress, a la vez, que fomentaba el trabajo en equipo. Cosas muy buenas pueden pasar cuando tienes en tu escuela a estudiantes, profesores, cerveza alemana y libre-pensamiento.
Bueno, profesores no tanto. Gropius tenía un mejor plan. Unos metros más adelante del edificio central de la Bauhaus, decide crear una serie de pequeños edificios para que los profesores pro, las divas, los high-level, vivieran separados.
No era cualquier cosa. Vamos entrar a la casa de Kandinsky y Klee.
— Disculpe, ¿de dónde es?
— Colombia. 😛
— ¿Profesión?
— Arquitecto.
A ver, es que también venir a la Bauhaus no es algo que salga en las guías de turismo de 10 cosas que hacer en Alemania ni en sitios para tomarse fotos con brazos abiertos en HDR.
Solo diseñadores, arquitectos y curiosos vienen hasta acá.
Gropius planeó construir el complejo basado en un principio modular, utilizando componentes prefabricados industrialmente. Quiso realizar los principios de la construcción racional, donde cada casa fuera hecha en serie.
Y no solo eso, que cada casa fuera personalizable. Teniendo profesores como Kandinsky o Klee, cada uno desarrollo una paleta de colores para cada uno de sus espacios. Entonces, la casa de Klee predominaban colores azules, oscuros, negros con algo de toques de rojo. La casa de Kandinsky tenia colores más suaves, violetas, magentas, y pasteles. Una gran sorpresa si pensamos que esto era lo que pintaba Kandinsky.
Todo en la casa tiene una compleja obsesión con el detalle. Muchos profesores trajeron sus propios muebles, otros como Moholy-Nagy y el mismo Gropious, decoraron las casas con muebles de Marcel Breuer, ex-estudiante de la escuela.
Te ahorras los gastos del trasteo si usas lo que los alumnos hacen.
Estas casas pueden parecernos cualquier cosa hoy, pero tienen que ubicar bien que esto se estaba haciendo en plena década de 1920, y que incorporaban ideas poco conservadoras, en un país que empezaba a radicalizarse.
Además de la casa Kandinsky/Klee, estaban dos casas bifamiliares más: la casa Moholy-Nagy/Feininger y la de Muche/Schlemmer. Todas, de nuevo con el mismo enfoque de diseño: casas modulares, grandes ventanales, terrazas, y grandes jardines. Los interiores, igual, por la misma línea: personalizables, a gusto de los profesores, con elementos creados en fábrica, construcciones en materiales resistentes y armonía entre función y forma. Y por su puesto, decoración con cosas producidas en la Bauhaus para ahorrarnos el trasteo.
El meollo del asunto estaba en que la Bauhaus de Dessau estaba surgiendo a la par que el nacionalsocialismo surgía en Alemania. Los pensamientos de izquierda eran observados y todos veían por dentro a una escuela con fachadas de cristal.
Hannes Meyer fue director de la escuela en 1928, y este pone un enfoque cada vez mayor en los objetivos sociales de la Bauhaus, preocupándose por la cuestión de qué tan bien diseñados podrían hacerse asequibles los productos y edificios para todos. Fue tanta la presión por semejante enfoque social, marxista en la escuela, que los políticos de Dessau en menos de dos años presionaron para que sacaran a Meyer. Gropius en 1930 recomienda entonces a otro chiquito, Mies van der Rohe.
Pero ya la cosa estaba siendo más y más dificil. El nacionalsocialismo crecía y las ideas de izquierda, modernismo, y alcance social eran vistas con mal ojo. En la asamblea municipal de Dessau, los nazis habían obtenido la mayoría.
Era el ocaso. El 30 de septiembre de 1932, la asamblea resolvió cerrar la Bauhaus Dessau.
Mies Van der Rohe dirigió la Bauhaus como instituto privado en Berlín por un mandato más, pero después de numerosas disputas con los nazis anunció la disolución de la Bauhaus el 10 de agosto de 1933. Incluso con las puertas cerradas, la institución no se salvó de la guerra. Dessau fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial y los edificios sufrieron la embestida. Las casas de Moholy-Nagy/ Feininger y la de Gropius fueron destruidas. Pero décadas después han vuelto a la vida con un complejo híbrido de reconstrucción y restauración que las ha traído a la vida.
La Bauhaus podría considerarse un extraño rayón en la historia. Fue romántica y racional a la vez, como si esas dos cosas fueran antagónicas. Dejó en nuestro presente un legado de brillantes objetos producidos en un momento de entreguerras donde la innovación se volvió un lenguaje. Abrió las puertas para que otras escuelas alrededor del mundo pudieran expandir sus horizontes y pensar en diferentes formas de asumir la cotidianidad.
Bueno, y también tuvo brillantes profesores que terminaron por moldear nuevas formas de ver el arte y la arquitectura en el siglo XX. La Bauhaus no se acabó, aunque trataron de acabarla. Su rápido paso por la historia fue suficiente para que se creara un mito alrededor de ella y de una u otra forma, lograse su cometido.
Su atemporalidad fue su salvación. Nunca dejó de ser una fábrica de la creatividad.