Dan ★

View Original

Una fachada que suena.

En la cima de una colina en Francia existe un convento que los hace saltar en las noches. Uno cuyo nombre posiblemente nunca han oído, pero lo han oído. Un convento que ayudó cambiar la forma en la que oímos la música electrónica. En esta historia, el Convento de Santa María de La Tourette.



Fin de la Segunda Guerra Mundial.
Eveux, Francia.

Un grupo de dominicos quieren un convento que los acerque a la ciudad de Lyon. En la cima de esa colina, buscan una caja, que los abrigue para la reflexión y la oración. La tarea cae en manos de Le Corbusier. Desde el primer trazo, el edificio se hace de adentro hacia afuera (el paisaje) como una oración. Pero Le Corbusier tenía a alguien en su taller llamado Iannes Xenakis. Un compositor.

Le Corbusier implementa allí sus teorías de la arquitectura moderna y las proporciones del Modulor, un sistema de medidas basada en las proporciones áureas.

Y dirán, “pero es feo”, y respondemos al Salmo: “¿y qué pasa si lo es?”¿Y qué pasa si no le importa ser "feo"?

El convento en sí, en planta, tiene una disposición tradicional de convento. Un patio central, celdas para monjes, comedores, biblioteca, y una enorme iglesia. Los materiales, tres: concreto (piedra que fluye); luz, el lenguaje para leer un espacio y paisaje, que es contexto. Para Xenakis, este edificio era una prueba de fuego: él era músico, matemático y calculista.

En su cabeza rondaban sonidos abstraídos del ruido de las cigarras, el granizo o las marchas de la guerra fresca y en sus manos, el encargo de las fachadas del convento. Xenakis ideó una música en la que las mismas leyes que rigen estos fenómenos fueran aplicadas a la composición musical.

Es decir: ritmos que tienen un orden particular (la caída del granizo, por ejemplo), que en su todo, parece un desorden total. Entonces, el convento se convierte en el laboratorio donde el compositor, al tocar cuestiones de orden espacial, avanza en su investigación musical. No por nada, elegí un día soleado para visitar este convento.


Porque la luz es muy, muy importante para lo que vendrá. En los pasillos, hay ventanas que se tapan intencionalmente para que, si quieres ver el paisaje, te acercas a ellas y lo veas escondido.

En el oratorio, la luz apenas entra sin ser vista. On los pasillos, sale del suelo para que tengas la cabeza agachada y no caerte en la oscuridad. Cabezas agachadas, como en oración.

El edificio te hace monje. Pero lo mejor, es cuando Le Corbusier y Xenakis toman lo establecido y le dan vuelco total. Para eso, necesitamos bajar y entrar a las áreas del refectorio y el cabildo. Noten las fachadas que Xenakis diseña aquí.


Ese ritmo, que parece aleatorio, en realidad no lo es. Todo está matemáticamente calculado. Crea una fórmula en la que al tomar la proporción áurea y multiplicarlo por otro, crea un segundo que se vuelve a multiplicar.

Lo que pasa es muy sencillo: esto que ven, es en realidad una composición musical. Sin saberlo, cuando caminas por acá, estás viendo música. Xenakis ha hecho música en el silencio.

¿Y como suena?
Así suena.



Xenakis apela a su investigación musical. Es una transferencia de nociones (como la sección áurea), que no son puramente musicales, crea un laboratorio donde sus avances en la música ayudan en la arquitectura y viceversa.

Lo sorprendente de la fórmula de Xenakis es que, a pesar de la exactitud matemática y la complejidad, el resultado se siente natural. En realidad no está diseñando una fachada: su proyecto es realmente una máquina para hacer fachadas. El paisaje se vuelve pensamiento y el edificio, canción. Como cuando uno está esperando el bus, oyendo música y pensando en él.

Así.

Y a veces se renuncia al paisaje. Una franja de luz roja se suma a una puerta abierta y crea una cruz. Hemos llegado a la iglesia.

No hay ventanas. No hay paisaje.



Hay luz y es lo único que entra. La luz, eso que nos permite leer los espacios. Inundados por corrientes de luz, que han sido modificadas en franjas con algo de color, la renuncia al exterior y la sola comunicación con el cielo y el suelo. El espacio de la iglesia y la cripta, es una melodía de Xenakis y Le Corbusier que se hace con halos de luces, juegos de volúmenes que parecen aleatorios pero no lo son.

Un espacio cerrado.
Luces de colores.
Ausencia del paisaje.


See this content in the original post


Esa idea de Xenakis de la música creada bajo el principio de la indeterminación, lo llevo a componer piezas compuestas de sonidos aislados. Esta multitud de sonidos, vista como una totalidad, son un nuevo acontecimiento sonoro.

Metástasis es un ejemplo.

Con Le Corbusier entó las bases de composiciones donde la luz y el espacio estuvieran de la mano de la música. Por eso al irse del taller, continuó con su tarea de unir luz, música y ausencia. En "Polytope de Cluny" (1972-1974) reunió 600 flashes electrónicos y 3 rayos láser.

  • Luz y espacio de la mano con la música.

  • Principio de la indeterminación.

  • Sonidos aislados que vistos como una totalidad, es un nuevo acontecimiento sonoro.

  • Estocástica pura.


Xenakis es por eso considerado uno de los grandes pioneros de la electrónica. De la mano de Le Corbusier, Xenakis hizo de un convento un laboratorio de música que empezó una revolución musical. Una revolución electrónica que hoy nos hace saltar en las noches.

Por eso, tal vez esta sea la primera vez que oyes hablar de Santa Maria de La Tourette. Un edificio brutaliza puro, al que no le importa acoplarse a lo que consideres "bello".

Pero un convento que ayudó cambiar la forma en la que oímos la música electrónica. Todo, en la cima de una colina en Francia donde quince monjes dominicos se reúnen a rezar.